Sean ustedes bienvenidos a este singular espacio!
Hoy no es viernes, día en que habitualmente escribo en el blog, pero como aparentemente no tengo nada que hacer (o al menos no lo recuerdo) me di a la tarea de tratar de escribir algunas líneas en este espacio. En esta ocasión les hablaré un poco acerca de mi color favorito y de otro que no lo es tanto.
Pues bien, todos los que me conocen saben que hay infinidad de colores que me gustan, sin embargo, los que me conocen un poco más, saben que en relación a los colores, hay dos cosas que me distinguen: la primera es mi profundo amor y locura por el color azul en todas sus tonalidades; y créanme que es un amor verdadero y hasta obsesivo, obviamente, la mayoría de mi guardarropa y accesorios está inclinado hacia esa gama.
La segunda cosa es mi desagrado y casi odio al color rosa. Ese color siempre me había parecido bastante feo, ¿Por qué? a ciencia cierta no lo sé aunque mis argumentos siempre fueron que me parecía un tono sumamente llamativo y asquerosamente cursi, más aún, porque nunca entendí cómo es que todas las niñas idolatran esa tonalidad prácticamente desde que nacen ¿que empeño tienen de poseer absolutamente todo lo habido y por haber de ese color? Probablemente, el mismo que yo tengo con el azul.
En fin, dije: “me había parecido feo”, porque recientemente lo he aceptado en mi vida, no tengo idea porque, pero de un tiempo para acá ya no me parece tan feo, es más, ya hasta en mi guardarropa está incluido. Aunque he de admitir que no lo he asimilado totalmente, tener al menos una prenda de ese color ya es bastante; miren que anteriormente eso lo hubiera considerado como una traición a mis principios ☺.
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